El caminar sinuoso de la gente por la calle: síntomas de una enfermedad social

Acabo de llegar a Las Palmas de Gran Canaria desde Barcelona, y es un viaje interesante sobre todo después de días y días encerrado en mi despacho preparando el próximo lanzamiento del curso de Terapeutas Holísticos en el método THS, que organizamos cada año desde la Escuela Karuna Schoolhouse y me ha llamado la atención el hecho de tener que ir esquivando a las personas que se mueven tanto por la calle como por los aeropuertos y zonas concurridas. 

Tened en cuenta que actualmente no estoy muy acostumbrado a encontrarme con manadas de gente y como observador natural que soy me doy cuenta de que aunque hay poblaciones en los que este efecto (del que nadie habla) se da más, en este viaje lo he encontrado allá por donde me he movido. 

En las calles de nuestras ciudades, es cada vez más común observar a personas que no caminan en línea recta. Este comportamiento aparentemente trivial podría ser el reflejo de una profunda enfermedad social que nos afecta a todos. ¿Alguien se ha dado cuenta? A través de este post, quiero explorar cómo el estrés cotidiano, el uso de medicamentos psiquiátricos y la desconexión del bienestar físico y emocional están moldeando nuestro comportamiento en espacios públicos.

En definitiva, cómo el caminar sinuoso es síntoma de una enfermedad social: el abandono del uno mismo por seguir las reglas que marca la autoriadad, con el fin de sentirse conectados; en definitiva, el miedo a la soledad absoluta.

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El Estrés y la Salud Mental en la sociedad actual (y va a peor)

La vida actual en las ciudades, con sus exigencias y ritmos frenéticos, impone un alto nivel de estrés en las personas. Esta constante presión unido a traumas infantiles no resueltos, crea una desconexión entre la mente y el cuerpo, manifestándose en un caminar errático. 

La mente está por un lado y el cuerpo por otro. Seguramente no totalmente desconectado, pues entonces representaría una enfermedad psiquiátrica, pero sí una parte.

Nuestro organismo reacciona al estrés de muchas maneras: tensión muscular, fatiga crónica con el tiempo y una reducción de nuestra capacidad de concentración. Estos síntomas físicos pueden alterar la manera en que nos movemos, llevando a un caminar sin rumbo fijo y sinuoso por las calles cuando los añadimos a aquellas partes de nuestro cerebro que están dormidas en donde se alojan los traumas y recuerdos dolorosos que no se han transformado.

Vivimos en una sociedad que no solo es estresante por su ritmo acelerado, sino también profundamente frustrante por la constante demanda de conformidad. No hay tiempo para que te dediques a ti mismo completamente. En cambio hay una presión omnipresente para normalizar tanto a individuos como a grupos, empujándolos a encajar en moldes y estándares que parecen no tener autores claros pero que determinan muchas de nuestras interacciones y estructuras sociales. 

Estos estándares, lejos de ser una evolución natural de la sociedad, son en gran medida construcciones arbitrarias que favorecen ciertos ideales sobre otros, con frecuencia alineados con intereses económicos y de poder más que con el bienestar humano.

Esta normalización forzada genera una alienación significativa y un malestar psicológico generalizado. Cuando las personas se ven obligadas a suprimir sus verdaderas identidades y necesidades para adaptarse a expectativas externas, el estrés resultante no solo es psicológico sino profundamente somático. El cuerpo humano, diseñado para responder y adaptarse a amenazas y desafíos reales, se ve forzado a manejar una serie de «amenazas» incesantes que son abstractas e internas, como los deadlines, las políticas corporativas, y las normativas sociales que a menudo tienen poco sentido práctico en términos de supervivencia real o satisfacción personal.

La imposición de una «normalidad» que es en realidad profundamente antinatural puede llevar a la sociedad hacia un camino de desintegración. Si interpretamos la salud de una sociedad por la felicidad y el bienestar de sus miembros, entonces una sociedad que perpetúa el estrés, la conformidad, y la frustración está, de alguna manera, sellando su propio destino de insostenibilidad. Una «sociedad feliz que tiene una vida completa» se fundamenta en el reconocimiento y la valoración de la diversidad de sus individuos, en lugar de en su supresión.

Es crucial, por lo tanto, cuestionar y confrontar las normas sociales impuestas que dictan cómo uno debe vivir, trabajar, y incluso “caminar”por las calles. Solo así podemos aspirar a una verdadera evolución social que promueva una vida más auténtica y satisfactoria para todos.

Medicamentos: ¿Solución o Parte del Problema?

En busca de alivio, muchas personas recurren a soluciones farmacológicas. Medicamentos para el ánimo, para dormir o para mantenerse activos se han convertido en el pan de cada día para una parte importante de la población. Desconozco las estadísticas pero estoy seguro que son pandémicas, porque casi todas las personas que conozco ingieren algo para su bienestar psíquico. 

Si bien estos fármacos prometen una solución rápida a nuestros males, a menudo no abordan las causas subyacentes de nuestra incomodidad. El uso excesivo y, en ocasiones, innecesario de estos medicamentos puede llevar a efectos secundarios que afectan nuestra capacidad para moverse y orientarse en espacios públicos. Y con el tiempo enfermedades yatrogénicas que pueden inhabilitar nuestras capacidades mentales.

La Desconexión de Nuestro Entorno Físico

El aumento en el uso de dispositivos móviles y la constante demanda de atención de los medios digitales también juegan un papel crucial en este fenómeno. La gente camina mientras revisa sus teléfonos, desconectados de su entorno, lo que puede causar un desplazamiento irregular y sinuoso. Esta falta de atención y conexión con el espacio que nos rodea no solo representa un peligro físico, sino que simboliza una pérdida más profunda de conexión con nosotros mismos y con la comunidad.

Cuando veo a las personas en los transportes públicos (y yo también) enganchados al objeto que tienen entre seis manos, me acuerdo de un fragmento del libro “Los cipreses creen en Dios” del Josep María Gironella, en el que narra como  en el tiempo inmediatamente anterior a la guerra civil española, las personas iban por todas partes leyendo tebeos. 

Terapias Holísticas como Alternativa

Frente a esta crisis real que vivimos y que no aparece en estadísticas ( pero no tienes más que salir a la calle y mirar) las terapias holísticas ofrecen un enfoque integrador que busca recuperar el equilibrio perdido. Prácticas como el Mindfulness,  la Meditación Vipassana, el Chi Kung y la Terapia Holística pueden ayudar a las personas a reconectar con sus cuerpos y a aprender a manejar mejor el estrés y la ansiedad. Estas formas terapéuticas al ir equilibrando a la persona y en el proceso encontrándose consigo misma, se promueve una mayor consciencia y por ende, también en  nuestro movimiento, no sólo en la vida, sino también cuando damos un paseo o vamos a algún sitio.

A diferencia del enfoque convencional de la medicina, que a menudo se centra en el alivio inmediato de síntomas sin abordar las causas subyacentes, las terapias holísticas buscan explorar y entender las raíces profundas de nuestras dolencias. Esto implica no solo atender los síntomas físicos, sino también entender las emociones, pensamientos y contextos sociales que contribuyen a estos síntomas. Es fundamental liberar y comprender el dolor pasado que hemos acumulado por no haber realizado una gestión adecuada de liberación emocional y no haber contado con el apoyo social necesario en momentos de vulnerabilidad.

El enfoque bioenergético de Alexander Lowen nos recuerda la importancia de entender el cuerpo como un mapa que refleja las tensiones y bloqueos emocionales. Según Lowen, nuestras posturas y movimientos pueden indicar cuán libremente fluye nuestra energía vital y cómo nuestras experiencias emocionales pasadas siguen afectándonos en el presente. Adoptar prácticas que integren la salud física con la emocional y la espiritual, como propone la bioenergética, puede ser clave para un bienestar auténtico y duradero.

Además, es esencial recalcar la importancia de educar a nuestros jóvenes no solo en conocimientos técnicos o académicos, sino también en el conocimiento de sí mismos y en la identificación de sus propios objetivos de vida. Este tipo de educación ayuda a formar individuos que no solo se adaptan a los estándares sociales, en especial aquellos influenciados por paradigmas capitalistas rígidos y deshumanizantes como el modelo Rockefeliano, sino que también fomenta el desarrollo de personas que buscan contribuir de manera significativa y consciente a la sociedad y encontrar un sentido a la vida.

En este contexto, el método THS (Terapia Holística Sincrética) que he desarrollado, ofrece un camino hacia esta transformación. Este método no solo aborda los síntomas de estrés y desconexión, o la tristeza subyacente o manifiesta como causa principal de nuestro sufrimiento sino que también capacita a las personas para que enfrenten sus desafíos personales y sociales con una perspectiva más integral y consciente. Además en esta formación se incide absolutamente en el equilibrio interior del Terapeuta, conseguido a través del viaje completo a su interior. Capacitando terapeutas holísticos bien preparados que apliquen este método, podemos contribuir de manera significativa a la construcción de una sociedad más consciente y, en última instancia, más feliz.

Así, la Terapia Holística en el método THS puede ser un catalizador poderoso para la transformación individual y colectiva. Los terapeutas formados bajo este enfoque no solo ofrecen soluciones a los síntomas, sino que fomentan un cambio profundo en cómo las personas se relacionan consigo mismas y con el mundo, contribuyendo a la edificación de una sociedad que valora el bienestar y la felicidad por encima de la conformidad y la productividad.

Palabras de despedida por hoy

El caminar sinuoso de las personas por las calles es un síntoma de desequilibrios mayores en nuestra sociedad. Es un recordatorio de que debemos prestar atención no solo a cómo nos movemos, sino también a cómo vivimos y enfrentamos nuestras realidades cotidianas. Adoptar un enfoque holístico hacia la salud no solo puede mejorar nuestra forma de caminar, sino también nuestra calidad de vida en general. Es momento de mirar más allá de las soluciones rápidas y trabajar hacia una curación y bienestar verdaderos y duraderos.

Bibliografía

«Los cipreses creen en Dios». Autor Josep Mª Gironella. Ed. Planeta. 1953

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